viernes, 2 de noviembre de 2012

El maravilloso sistema inmunológico


Nuestro sistema inmunológico es el encargado de resguardar nuestra salud en muchos aspectos. La ciencia explica que nacemos sin defensas contra las enfermedades y que nuestra madre nos entrega todas las necesarias por medio de la leche materna en los primeros meses de vida. Luego, el sistema inmunológico evoluciona por cuenta de cada uno, siendo muy distinto en cada niño y en cada adulto.

Esto podría explicar que la salud del niño hasta los siete años de edad está directamente relacionada con la salud de la madre. Tanto es así,  que cuando un niño pequeño enferma, no se debería tratar al niño, solo se tendría que tratar a la madre. Es ella la que trasmite su debilidad, fragilidad, miedo, angustia o estrés al niño y por eso el niño enferma. Un buen equilibrio en la madre, asegura una muy buena salud en el niño.

El desarrollo de este maravilloso sistema es innato, pero también es  adaptativo o adquirido y esto lo hace muy especial, ya que es capaz de adecuarse a diferentes condiciones medio ambientales para cumplir su función de proteger la salud bajo muchas circunstancias. Su eficiencia y eficacia depende de cada persona. Ya sabemos que este sistema obedece en forma directamente proporcional a la estabilidad y el equilibrio mental, emocional y espiritual de cada persona.  Quien se encuentre más equilibrado tendrá un buen nivel de defensas que lo protegerá de muchos malestares y enfermedades. Así mismo, la persona energéticamente desequilibrada tendrá un sistema inmunológico más débil, presentará mas enfermedades y en mayor frecuencia y gravedad. Así pues, nuestro sistema inmunológico depende del estado de equilibrio de cada persona en particular.

El flujo natural de energía es el principal responsable de que el sistema inmunológico se encuentre fuerte y robusto. Existen muchas razones por las cuales nuestro sistema inmunológico puede ir mermando su función, pero todas ellas pasan por la poca fe que sostenemos en la gran capacidad de nuestro cuerpo para protegernos y cuidar nuestra salud. En estos tiempos existe la tendencia a dejar de considerar la valiosa función que este gran sistema nos proporciona. Muchas veces damos más poder y credibilidad a otros medios externos a nuestro cuerpo para ayudar a recuperarnos de alguna enfermedad o malestar. Sin ser muy conscientes de esta actitud, vamos empequeñeciendo su vital función, en vez de fortalecerla.

Bajamos el poder de nuestro sistema inmunológico cuando creemos que podemos resfriarnos porque hace frio o porque nos mojamos con la lluvia.  El frio, la lluvia o la nieve no pueden enfermarnos, solo  nos sucederá cuando bajemos el nivel de funcionamiento del sistema de defensas y éste decaerá si decae nuestro ánimo y por consecuencia, nuestra energía vital. Si nos sentimos bien y felices, no nos refriaremos aunque la lluvia nos encuentre de sorpresa o pasemos mucho frio.

Lo  mismo sucede cuando somos víctimas de algún virus o bacterias. Cuando enfermamos a causa de una contaminación por virus y bacterias, sentimos que estos microorganismos nos atacaron y que es necesario defenderse de ellos con ayuda externa. Para esto utilizamos comúnmente dos estrategias, el uso de sustancias como antibióticos o antivirales y además tomamos la precaución de desinfectar nuestro medio ambiente. El uso de estas sustancias también ataca toda la flora microbiana que posee naturalmente nuestro sistema biológico dispuesto para protegernos de este tipo de contaminación. Se ha estudiado que del peso corporal,  cerca de 2 kilogramos corresponden al peso de estos microorganismos dispuestos a defendernos día y noche, los que son severamente afectados, junto a los que queremos eliminar, por uso indebido de estas sustancias que ingerimos.

Los virus y las bacterias susceptibles de enfermarnos se encuentran por todas partes y cuando pretendemos descontaminar todo el medio para protegernos, casi estamos pidiendo lo imposible. Tarde o temprano nos encontraremos con ellos porque abundan por todas partes. La solución más efectiva seria fortalecer nuestro sistema inmune para sentirnos a salvo. El cuerpo se encuentra capacitado para defenderse de estas contaminaciones en forma más efectiva de cómo nosotros pretendemos hacerlo. La naturaleza aun nos sorprende con su perfección.

Recuerdo un pasaje de la biblia que menciona un hecho que me llamó mucho la atención. Algunas personas reclamaron a Jesús que él y sus apóstoles no se lavaran las manos para comer, a lo que Jesús contestó: “no importa lo que entra al cuerpo, lo importante es lo que sale de él”. Podríamos estar preparados para resistir cualquier microorganismo si tan solo de nuestro corazón emanara luz, alegría y amor, que son el verdadero sustento de un perfecto sistema inmune.

La estabilidad mental, emocional y espiritual asegura una sólida consecuencia, una estabilidad física a toda prueba. 

Patricia González.

Tu Coach para realizar los cambios que deseas: patricia@yovivo.cl

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